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Disparates

De vez en cuando, quizás porque queden aún en mi torrente sanguíneo vestigios añejos del Carmenere, más que por estar influenciado por la trama de “The Walking Dead”, suelen  asaltarme mis antiguos y dipsómanos demonios anunciando el apocalipsis zombi, en tales casos me vuelvo entonces un insensible ermitaño bukowskiano que pasa absorto las horas haciendo ¡clic! para eliminar la cantidad de correos que le llegan invitándole a incorporarse a facebook -¡ y pensar que en casa  no se cansan de repetirme que soy tan apático!-, pero como nunca quise ser comunista, ni menos comunitario, aunque esté al final de mis días, ni en broma se me ocurriría ingresar a una comunidad por más red social que sea, ni menos sería del Círculo de Amigos de Carabineros o de la Policía de Investigaciones, nunca tan carente de afecto, porque irónica es la vida me enseñó Alberto uno puede ser socialista y también antisocial.

No es por ser antiimperialista que no me agrade la sigla de la PDI sino que la confundo con la del FBI. En caso de que Carabineros usara una sigla ¿podría ser algo así como PDC (Policía De Carabineros)? la más contenta de seguro sería la candidata democristiana.

Si alguno piensa que me estoy desubicando, dando vueltas, sin llegar a ningún lado, debe ser culpa del calentamiento global, pero con ese frenético espíritu conventillero tan propio de nuestro gremio, para que vean que estoy colegiado, debería mejor comentarles los últimos desvaríos de la seguridad ciudadana, mientras apreció el viento primaveral que castiga la turba y el rudo coirón pionero, disculpen la figura retórica y aunque Tom Wolfe lo critique, suele escapárseme una tamaña, vulgar, pretenciosa e inconfesable ambición poética.

Uno podría pensar que el Ministerio Público está preso del pánico moral esa: “reacción de un grupo de personas basada en una percepción falsa o exagerada de un comportamiento cultural de un grupo minoritario como peligrosamente desviado y que representa una amenaza para la sociedad”, de otro modo no se explica que tras anunciar que las denuncias de delitos han disminuido, en lugar de festejar aquello como un logro de las políticas de prevención, el ente persecutor optó por señalar que la disminución se produjo porque la gente no está denunciando los ilícitos, validando así la percepción ciudadana y mediática de que la delincuencia estaría desbordada tanto que la gente no confiaría en las instituciones encargadas de perseguirlo. A no ser que la Fiscalía Nacional en un arrebato de franqueza institucional buscó hacer pública una autocrítica descomunal.   

Lo anterior, no deja de asombrarme -será que uno viene del mundo profano y no del razonado mundo del derecho- con tal panorama ¡hasta yo me estoy asustando! por lo que renunciando a mi derecho a guardar silencio, les manifiesto que nada de lo anterior es real, sólo un fallido intento de expresar ¡cuán surrealista puede llegar a ser aquello de subjetivar!  



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