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Bajo la foresta

Agustín Squella ha publicado una hermosa columna: "Terapias en tiempos de elecciones" en la que se refiere al reportaje de Paula Leigthon sobre la terapia forestal y los beneficios que conlleva pasear por un bosque o tener árboles cerca.

"Como debo decir que me pasa todos los días cuando salgo de casa y, al tomar calle abajo, en una misma cuadra encuentro un laurel, un pino, un olivo, dos jazmines, unas parras, un limonero, una acacia y un palto. Mi ánimo es otro cada vez que termino de recorrer esa cuadra", señala Squella.

Debo confesar que, al igual que el maestro, suelo caminar por la ciudad y disfrutar de la foresta urbana cuando muy temprano salgo de mi hogar para ir a la pega, precisamente, a dos cuadras del trabajo, trato siempre de detenerme un instante para apreciar como en el antejardín de una casa crecen dos palmeras.

Lo anterior, si bien me maravilla, está lejos de tranquilizarme, es más como que entra a angustiarme pienso si no seré testigo privilegiado del caliente signo de los tiempos, porque: "Yo vivo en Punta Arenas", donde, aunque hay algunos cipreses, crecí viendo como en medio de la pampa y el mazacote las que más sobrevivían al viento, la nieve y escarcha eran las chascas del  coirón, lo que, tal parece, no afectó para nada mi perenne y amargo sentido del humor.


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