Cuando Oriana Fallaci entrevistó a
Raúl Alfonsín le señaló “ustedes los argentinos tienen un enano
fascista adentro”, para que no se agranden los hermanos argentinos
dejemos en claro que lo del enano no es propiedad exclusiva de ellos, también los
chilenos convivimos con uno y en lugar de querer arrancarlo es como si
quisiéramos que aflorara más a menudo.
Ese anhelo de un poder punitivo y
represivo quedó de manifiesto con la reciente absolución en juicio oral de los comuneros
mapuches y la libertad de los que estaban en prisión preventiva por
la "Operación Huracán”.
Se afirma que la justicia no da el
ancho, que el estándar probatorio es muy alto, que los jueces no
poseerían un raciocinio jurídico complejo ( lo que es como decir que son un
trío de simplones) y como si aquello no fuera suficiente se afirma que: “La justicia debe proteger al inocente y castigar al culpable”, en un
intento por hacer equivalente el concepto de “víctima” al de “inocente”, pero
en el derecho procesal penal a quien se juzga es al imputado, no a la
víctima, con el resguardo de que no vaya a ser cosa que una persona inocente
quede tras las rejas, aunque ello también acontece.
Quizás eso fue lo que molestó a tantos, que los jueces del Tribunal Oral de Temuco y los ministros de la Corte
Suprema quisieran ser fieles en proteger al inocente y
evitar que vayan a la cárcel injustamente.
Porque pareciera que no tuviéramos un enano, sino un gigante fascista persecutor, que con tal de que un culpable no esté libre no le importa que muchos inocentes vayan presos, ya
que nos susurra al oído: “Algo habrán hecho que los arrestaron” y a diario trata de
convencernos que la prueba de cargo más que suficiente sea nuestro dedo
acusador.
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