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Los escribas de Guillier

Aun cuando la invención de la escritura aconteció hace más o menos cinco mil años, dominar la técnica siempre fue difícil, porque hablar es fácil, de hecho parlan todos, pero expresar por escrito las ideas es exclusividad  de pocos, casi de iluminados.

Por ello en el antiguo Egipto los escribas eran codiciados, mientras que en el medioevo escribir era privilegio de monjes, casi un don divino, si bien con la invención de la imprenta se masificaron los libros y con ello la lectura, no fue hasta las campañas de alfabetización en el siglo XX  que el común de la gente aprendió a escribir por lo menos su nombre, contribuyó a ello la popularización del Birome o lápiz pasta y para los de caligrafía horrible -entre los que me encuentro- la máquina de escribir, el teclado y ¡Gracias Ser Supremo! el maravilloso Word que puede corregir o marcar, automáticamente, los errores ortográficos y gramaticales cuando los dedos, quizás tentados por el inconsciente surrealista o presos de un arrojo dadaísta, corren más veloces que el cerebro.

Han existido y subsisten culturas con lenguas ágrafas, como el mapudungun, que según estudiosos  sufrió la imposición del español que frenó su natural evolución hacia la escritura; para subsanar aquello hoy existen varios alfabetos entre ellos el Alfabeto Mapuche Unificado y el Rañileo. Pero tener una cultura ágrafa no fue impedimento para que los mapuches por esa innovadora práctica de parlamentar con los españoles sean considerados como un pueblo político, como los define el historiador Leonardo León .

Dejando de lado a los periodistas, que escriben puras tonteras en los periódicos y para muchos son novelistas frustrados, los profesionales que han hecho de la palabra escrita su razón de ser son los hombres de leyes incluso, como se consideran aventajados, dicen que Raquel Correa expresaba que los abogados siempre han querido escribir los diarios.

Para sobrellevar ese deseo incumplido el derecho penal en Chile era hasta hace poco escriturado, pero a lo mejor fue porque los escritos venían con faltas de ortografía, si bien no había copy-paste, en una de esas sí plantillas o manuales para redactarlos, existía poca elaboración propia o la palabra oral estaba en desuso lo que gatilló que se cambiara el proceso penal a un sistema oral, es decir hablado; eso sí para el goce estético de los amantes del Derecho las sentencias siguen siendo escritas y, también, algunos recursos, además de los Informes en Derecho que elaboran connotados juristas y que tienen un elevado precio, todas estas piezas jurídicas verdaderas prosas de excelencia de la mejor producción de la abogacía escrita serían la envidia de los que, pomposamente, sin que se les caiga la cara de vergüenza van por la vida dándoselas de escritores.    

Una de las causas que nos cueste tanto escribir pudiera ser que desde niños  nos enseñan a privilegiar la caligrafía, ortografía y gramática en lugar de saber la técnica para llevar al papel nuestro desbocado pensamiento, por lo que nos afanamos, primeramente, en garabatear textos correctos y cohesionados, que nos resultan aburridos, demorosos y lo único que consiguen es que se nos espanten las ideas, abandonemos luego el acto creativo y quedemos como burros.

Porque escribir es un acto complicado, más aún si todo escrito está, las ideas son unas cuantas y, por cierto, generosas, aceptan que varios se refieran de ellas tan solo de otro modo. Para no amargarse se requiere, entonces, ser perseverante, moldear el espíritu, engañar  a nuestra mente, pretender que lo que decimos es único, pero no sea más que un burdo intento de disfrazar de originalidad lo que ya han dicho otros.

Aunque la capacidad de escribir es humana y debe estar asociada a un gen determinando, como la tarea del lenguaje escrito nos resulta, en ocasiones, titánica, no podríamos, entonces, juzgar a los asesores de Alejandro Guillier que utilizaron copy-paste para redactar informes, porque a nadie se le puede obligar a esfuerzos sobrehumanos, tampoco criticarlos porque fueran verbales, si acaso la política es sucia es mejor no dejar vestigio y fue el mismísimo Talleyrand quien vez que podía murmuraba al oído de Napoleón “desconfíe hasta de su propia sombra”; más aún si  verbalizar los consejos se da, también, en el mundo privado, no olvidemos que hubo quien por charlas de sobremesa cobró como 20 palos. 

Pero si algo reprochable tiene el candidato Guillier es que hoy en día haya aceptado asesorías telefónicas, no es que uno le pida que debieran haber sido por fax, sino que por lo menos por tuiter,  más extensas sería chamullo, ahora si sus escribas no eran capaces con 150 caracteres, lo más bien podían haber recurrido a los emoticones.

Comentarios

  1. Me imagino a estos asesores copiando la constitución de Alemania para aplicarla en Chile. Copiarían algo bueno.
    O pidiéndole la británica, por si la encuentran, para darles algo de pega, digo yo.

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