Quedará para los historiadores dilucidar
el momento exacto del quiebre de Ricardo Lagos con la ciudadanía ¿acaso fue por
el Transantiago? ¿o por el CAE? que de la figura de estadista del ex
presidente no quedó más que una Cabeza
de Turco.
A lo mejor no fue por sus obras, menos por las de la derecha, sino más bien, solo por simplificar el argumento, cuando surgieron esos rocambolescos liderazgos juveniles quienes quizás, a sabiendas o no, a falta de dictadura necesitaban alguien en quien personalizar la suma de todos los males de la sociedad chilena contra quien rebelarse.
Al parecer fueron exitosos, porque desde hace unos ocho años y un tanto más, que son muy pocos los que quieren a Lagos; el ex presidente contribuyó en parte a su propia lapidación, porque en lugar de evitar exponerse demasiado, quiso seguir el juego del eterno candidato y sus cercanos le avivaron la cueca, siendo que la gente de a pie - esa a la que le suele hablar Maduro- ¡puchas que despotricaba contra Lagos!
Más que compasión, siento una cercanía especial con Lagos y no porque haya intentado, en vano, emocionarme cuando juraba como Presidente, sino más bien porque él, al igual que yo, según parece, no seríamos más que unos decrépitos burgueses.
Como formaríamos parte de la mayoría silenciosa -y una que otra licenciosa- estoy empeñado en juntar firmas para fundar el Club, sacar personalidad jurídica, ya sabemos quién sería presidente, lo que es yo me conformo con servir café y limpiar la sede, como las puertas están abiertas para todos demás está decir: ¡Bienvenido al Club!
*Sin ánimo de ofender
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