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Monseñor, Francisco y el Juaco

No hay caso, cada acto, gesto o palabra de Joaquín Lavín lleva impreso un componente religioso que  por más que  trate de disimularlo lo diferencia del resto de los mortales, elevándolo a esa categoría de creyente devoto que lo acerca más a la santidad que cualquiera de nosotros meros paganos quienes muchas mañanas evitamos mirarnos al espejo para que no nos devuelva un distorsionado espectro, ya que  pasmados solemos confundir el carbono de las tostadas con el olor a azufre de la cola del Cornutti que nos hace fingir arrepentirnos por la juerga anterior, las chuchadas dichas al compadre, la sonrisa hipócrita y cínica cortesía con que tratamos al huevón mala onda de la pega, el falso cariño deparado a nuestras señoras, la injusta cachetada que le dimos a nuestra hija porque interrumpió justo cuando Pinillla lograba por fin meter un gol, la lascivia mirada al traste de la mina del amigo o la enfermiza envidia con que añoramos el puesto de nuestro colega, pero el arrepentimiento no alcanza siquiera a rasguñar nuestra alma carroñera y  resignados a lo que somos y seremos con la convicción de sabernos mucho mejor que todos los demás: “que se vayan a la cresta  todos esos tipos mala onda y varios más de la misma ralea”.

Pero Juaco es diferente, todo en él es virtud, su disyuntiva se limita a ser cura o diácono, no sermonea como  el cura de Reñaca y cuida  sus palabras para no herir ortodoxamente los oídos del prójimo, aun siendo Opus busca hablarle al pueblo desde el pueblo entregándole ese sentido de retórica familiar tan propia del habla habitual (no vulgar por cierto) balbuceada en los cursillos de la Obra. Él aconseja como el mejor y sano amigo, te habla y quiere a ti, cree que se puede enrielar el camino y nos invita acompañarlo en el peregrinaje por Chile, el camino de Juaco es el Camino de Santiago al alma del Chile profundo.

Se le escapa a Lavin, a propósito o no -¡por favor no seamos mal pensados!- ese decir de escolar confesionante, de estudiante de pontificia,  cuando se dirige a los chilenos brillan sus grandes lentes cuadrados, siempre afeitadito y para borrar todo rastro de conservadurismo añejo deja que un solo cabello se le despeine travieso en la partidura de al lado; compartirán ustedes que es ver a un  José María Escrivá de Balaguer de mozalbete. Bienaventurado el vasallo Lavín algo recoge de la santidad escrivana o por lo menos ¡que Juaco y Monseñor se parecen, es que se parecen!

Es por eso que no creo que se le metió el diablo en el cuerpo  la vez  que hablando en lengua, cogido por Judas y míseros votos entregó a Pinochet al escarnio público matándolo y resucitándolo sin siquiera preguntárselo y poseído por el espíritu santo, trastocándose esta vez en apóstol Pedro, en menos que canta un gallo negó tres veces al tirano entonando Vamos a Decir que NO, abandonando a aquel a una histórica soledad sufriendo los latigazos de la indiferencia nacional,  porque Juaco dijo el 2005 que de ser hoy el plebiscito del 88 hubiera votado No.

¿Será que bajo estos códigos funciona la cristiandad? ¿Será que en momentos cruciales, en instantes de nuestras vidas por nuestros actos, palabras y miradas hablen los apóstoles y asumen nuestros pecados?, ¿Será este el verdadero ejemplo de Cristo? sólo el aristotélico Jonás Ramírez habría de sacarme de mis profundas y teológicas cavilaciones, cuando haciendo gala de su ya habitual lógico racionamiento jurídico enunció: 

“Si Lavín habría votado NO, luego tampoco habría votado por Buchi, sino por Aylwin, ergo también habría votado por Frei, hubiese sido Alcalde por la Concertación, jefe de la campaña de Lagos el 99 y  la primaria del 31 de julio de 2005 hubiera sido a tres bandas”.

Parece que voy a analizar convertirme ¿y si Lavín está en lo cierto,  y si lo escucha a él el patroncito? ¿Y si estuviera en su ser íntimo el espíritu de los apóstoles? ¿Y si como rezan las santas escrituras Pedro erigió la Iglesia de aquel a quien negó?, ¿Y si Lavín quiere imitarlo con la Obra chilena para gloria de la humanidad?: Escúchanos Señor te rogamos...”

Pero como inescrutables son los caminos del señor por estos días le asaltó a Juaco la peregrina idea de dejar el Opus y volverse franciscano, anunció que quiere limitar a su mínima expresión la Fiesta del Rodeo en su comuna, es que como hombre de campo que se crió con gallinas, pavos, caballos, vacas, cerdos y patos siempre quiso a los animales, ya sea perros o gatos, quizás hasta pueda hablar con conejos y pajaritos tal cual lo hacían San Francisco, el Dr. Dolittle y  Blancanieves.

Porque un fantasma animalista recorre la derecha y no es  una corriente minoritaria, tampoco un cariño reciente que les vino de repente, sino más bien es de siempre, de otro modo no se explica ese histórico apego del sector con los gorilas. 

Comentarios

  1. Y si lo nombramos candidato, bajando a Goic y a Guillier, le ganamos a Piñera...

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