Un informe del
Departamento de Inteligencia de la Defensa de Estados Unidos, de mediados de los años setenta señalaba que, por ese
entonces, existían tres poderes en Chile: Pinochet, Dios y la DINA.
El año 2012 la
periodista y escritora chilena Irene Geis, publicó un libro sobre la
Inquisición y confesó que al escribirlo tuvo en mente las atrocidades cometidas
durante la dictadura chilena.
Tanto el informe de
la inteligencia americana, como "La pasión de Torquemada" de Geis, confirmarían, a su modo, el oprobioso organismo de seguridad de la dictadura
militar, símil del sistema inquisitorial europeo.
Lo anterior por
cuanto el manto de horror y sangre
que cubrió las comarcas de España, valga recordar que en Valencia, Cataluña y
Aragón temblaron ante la polvareda de muerte dejada por negras sotanas, tanto
que en solares, plazas, puertos, corrales bajo los olivos y naranjales, una
palabra estremecía a los españoles. Un
nombre. Un sólo hombre: ¡Torquemada!
Asimismo cinco siglos
después Arica, Santiago, Valdivia tiritaron ante la polvareda de muerte dejada por “civiles no
identificados”; en los estadios, plazas, barrios, edificios, frente a copihues
y araucarias una palabra alarmaba a los chilenos. Un nombre. Un sólo hombre:
¡Mamo!
Así como no fue el
otoño del noviembre de 1478 que podó la “Encina española” sino la bula papal
que dio nacimiento a la Inquisición hispánica y a su inquisidor Fray Tomás de
Torquemada. Tampoco la primavera del
noviembre de 1973 trajo nuevos brotes para Chile sino, por el contrario, la
autorización de parte de la Junta Militar al mando del dictador Pinochet, para el surgimiento de la Dirección de Inteligencia
Nacional (DINA) y su director, el entonces Coronel, Manuel Contreras ¡Díganme, Mamo!
Si en la España del
siglo XV, la Inquisición creada para resolver el problema de los “falsos
conversos“, aprovechándose del rumor de historias imaginadas carentes de
fundamento, como ser el asesinato del Niño de la Guardia -¡Per Dios, le crucificaron judíos y conversos!- fueron el
pretexto para que bajo una supuesta
doctrina de la Fe se iniciara una “caza de brujas”, xenofóbica de judíos,
moros, cristianos y protestantes.
En Chile, bajo una
doctrina de Seguridad Nacional, aprendida desde los pupitres de la Escuela de
las Américas y con el supuesto de un mítico “Plan Z ” existente sólo bajo
cascos militares. La “caza de brujas” se llamó: “Guerra Interna” y la DINA,
cual Santa Inquisición Española, legitimó y justificó una política de exterminio
con el pretexto del Enemigo Interno y la Seguridad Interior del Estado.
Si para lograr su
cometido, la inquisición española creó toda una red compuesta por jueces,
notarios, alguaciles, médicos, carceleros, verdugos, provistos de armas y privilegios
especiales, además de un grupo selecto de “familiares” agrupados en la
“Hermandad del Santo Mártir” la Longa Manun de la Inquisición Española, quinta
esencia delatora y secreta, rodeando a la institución de un halo temible y
tenebroso. Contreras, alter ego de Torquemada, sin el hábito de fraile, con el
financiamiento de las arcas fiscales levantó cuarteles secretos e instruyó en
métodos de torturas a clases y oficiales.
A los familiares se
les llamó colaboradores, informantes, eufemismo castrense de soplones, quienes
bajo el casco de misteriosos coches polarizados, sin sotanas, mimetizados en
servicios públicos, ocultos en las esquinas, salidos desde las cloacas de la
urbes chilenas, con gafas oscuras, en tenidas formales o deportivas, “ratones
espías que nunca duermen” olfateando a su víctima hicieron posible que
Contreras sembrara el temor y la desconfianza, vigilara a los chilenos dejando
caer su metálica garra, el “Puño de Hierro”, la Longa Manum de la DINA.
Contreras, cual
Torquemada, articuló las crucetas de la DINA. Desde el mar a la montaña, desde
el desierto al Polo, allende los mares la macabra silueta trasladó su
escenario. El enemigo interno estaba también fuera de las fronteras.
Pero el discípulo
superó al maestro, ¡Qué orgulloso se sentiría Torquemada de conocer el
intrincado organigrama de la DINA! La férrea verticalidad del mando, la obediencia
debida de sus lacayos, el celo persecutorio. No necesitaron procesos o Edictos
de Fe, a los tribunales se les llamó Brigadas de Inteligencia Ciudadana, o de
Arresto bajo nombres de animales Águila, Halcón, Cóndor, Puma realizaron
“Operaciones” eufemismo de secuestro, fusilamiento, torturas o violaciones,
desaparecimientos.
Y La reclusión fue en
Londres 38, Villa Grimaldi, Tejas Verdes, José Domingo Cañas, Venda Sexi, La
Firma, Nidos.
Y las víctimas fueron
mapuches, campesinos, estudiantes, obreros, técnicos y profesionales, mujeres,
ancianos, y niños.
Y los delitos no
fueron blasfemias, herejías o hechicerías, sino Libertad, Justicia, Democracia.
Y los acusados no fueron brujos, moros o judíos, se les
llamó marxistas, terroristas, chilenos.
El hombre es el
centro del Universo: Culpable.
La tierra gira
alrededor del sol: Culpable.
Fue sorprendido
leyendo la Biblia: Culpable.
La larga noche de
Fray Torquemada cubrió de cenizas la península ibérica
Se reunió
clandestinamente: Culpable.
Portaba el manifiesto
comunista: Culpable.
Era dirigente
sindical: Culpable.
Y las pruebas fueron confesiones
sacadas desde el potro a punta de picanas. Violados, degradados, quemados,
miles de chilenos arrebatados de sus hogares, no pocos murieron otros, nunca
volvieron.
Le ocurrió a Millalen, era mapuche, detenido en Temuco; a un artesano
secuestrado en San Miguel y al comerciante,
de nombre Fernando, apresado en Angol, pero también a Lausic técnico agrícola, magallánico, ultimado en Santiago y hubo varios con Destino
Desconocido, además de un tal Letelier, chileno residente en Washington, lo que no fue impedimento para que, al igual que muchos, fuera asesinado.
Porque si algo tuvieron en común Mamo y el fraile fue una disciplina irrestricta
para cultivar su frenesí criminal.
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