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Botas, botines y bototos

Uno de los secretos mejor guardados en el mundo castrense y del cual hay un código del silencio, en eso los milicos dan cátedra, es la técnica que utilizan para lustrar sus botas y que luzcan siempre de un negro reluciente.
Porque de todo los cargos que le entregan al recluta al ingresar al mundo militar, más importante incluso que el fusil, la gorra o el casco, son las botas; calzarlas es formar parte de un mundo especial, si pusiéramos en una larga hilera a todos los soldados, clases y oficiales del país con sus botas puestas y para identificar el grado de cada uno sólo nos permitieran ver las botas, no podríamos distinguir si pertenecen a un general, sargento o conscripto, porque en su uso no hay jerarquía, ni diferencia, son todas iguales, casi pie de comunistas.
No sucede lo mismo con otros calzados como los zapatos de las tenidas, igual cosa imagino que ocurre con el lustrado los pelaos limpian las suyas, parecen que los suboficiales también pero, no estoy seguro, si la oficialidad sabe el precio del betún Virginia.
Si bien algunos identifican a los uniformados por la chaqueta verde olivo que  desde la guerra de Vietnam y la revolución cubana se ha vuelto vintage, últimamente como que ha perdido prestigio, ahora cualquiera la usa es cosa de ir a la ropa americana y se consigue una M65 barata eso sí de veterano de guerra pasada a marihuana, Jack Daniel´s y pacholí que puede combinarse con botines beatle y uno se ve regio. Con las botas no sucede eso, porque no son del agrado de muchos, pero, cosa rara, sí de los punkies que deben ser militares frustrados.
Milico y bota están, entonces,  férreamente unidos, no puede existir uno sin el otro  es más la bota da el sentido de pertenencia militar ¿quién ha visto en la calle a un militar descalzo?
No hay milico que no ame a su bota, porque más poderosa aún que la manu militari es la bota militari, no lo sabremos los chilenos que por más de 17 años nos la pusieron encima ¡estaba manchada de sangre, puchas que pegaba fuerte, además hedionda!
Por ello es tan grave lo que aconteció hace unos años en la Provincia de Malleco, se descubrió el hurto y tráfico de botas que no eran las de Siete Leguas, ni tampoco las de Gato con Botas, sino las del Regimiento de Victoria. La Fiscalía Militar de Angol investigó el caso y encargó a la Policía Militar las diligencias, entre éstas interceptar escuchas telefónicas, cuyos diálogos, es de suponer, serían algo así como:
-¡Aloo! ¿Te queda merca?-
-Sí, ¿cuántos pares?-
-seis-
-¿qué números?-
-42 y 43-
-Me quedan sólo  43,  todo por gamba-
Al principio se pensó que las botas eran traficadas a grupos de milicianos mapuches radicalizados, pero esta hipótesis fue desechada, porque los mapuches no actúan en milicias, sino en montoneras y son capaces de combatir descalzos, es que están acostumbrados a jugar Palín sin zapatos y como conocen el Wallmapu saben esquivar murras, cadillos y cardos. 
Luego se creyó que las estaría comprando la multigremial de la Araucanía para armar a grupos paramilitares, pero, también, se descartó aquello porque los agricultores se mueren de ganas por lucir unas, pero  vaqueras.
Al final se supo que los autores del hurto eran funcionarios del Regimiento coludidos con un sargento de Carabineros de un poblado cercano, fueron detenidos, procesados, dados de baja y condenados. 
Las botas las compraban algunos funcionarios del GOPE, quienes no fueron acusados de receptación porque los policías no sabían que eran hurtadas, eso sí se lograron recuperar 30 pares.
Como la zona está muy militarizada hay quienes recuerdan la voluntarista estrategia del FPMR de la Guerra Patriótica Nacional y señalan que hubiera triunfado si en lugar de intentar ingresar armas hubiesen mejor atentado contra el “ethos” castrense, era cosa de robarles las botas, porque milico sin botas, no es milico.
Pero si algo caracterizaba a los rodriguistas, aparte de tener mala puntería, y actuar fuera de foco, era ser desorganizados, un poco desordenados, nunca les quedó claro qué era eso del “pie de trinchera” ya que mientras unos calzaban  mocasines de goma,  otros zapatos con suela, incluso zapatillas North Star, lo más parecido a botas era los que usaban bototos y estaban los más ultristas que, para pasar clandestinos, calzaban revolucionarios calamorros.
Es de esperar que los futuros discursos presidenciales para fortalecer el plan de seguridad ciudadana contemplen recursos frescos del cobre para prevenir el robo de botas militares y, por cierto, destinar platas para satisfacer la necesidad de calzado de las fuerzas especiales para así diluir el deseo. 
Porque seriamos la vergüenza y el hazmerreír de la OCDE si en la parada militar milicos y pacos desfilaran a paso de ganso y a pata pelá, a no ser que quieran instalar la moda de los barefooters, esa de correr y caminar descalzos que tanto furor causa en Europa.

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