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Esa irresistible tentación por ser candidato

Con esto de Lagos, Piñera, Ossandon, Kast, Tarud, Guillier, Riveros, Insulza, Atria, Goic, Ruiz, Mayol, Sánchez, MEO, Parisi y  unos cuantos más que de seguro aparecerán, como la realidad se ha vuelto riesgosa, hay que ir por la vida con cuidado, conducirse a la defensiva, porque en el momento menos pensado podemos sucumbir a esa irresistible tentación por ser candidato; razón tenía, entonces, Carlos Monsiváis al señalar “cuán fácil es mantener la virtud si nadie nos asedia como es debido”.  

Para que no nos tome por sorpresa, es mejor estar preparado yo, por ejemplo,  aunque renuncié al partido hace rato suelo estar siempre en alerta, aunque  nunca gané una elección ni siquiera esas de mejor compañero de curso que se hacían en la básica a mano alzada, lo más cerca que estuve fue la vez que me presenté para un centro de alumnos y saqué un voto, que no fue el mío, sino el de un amigo que me debía plata.

Pero no es que cualquiera pueda, menos que yo tenga la peregrina idea de serlo, sólo que desde hace unos meses me estoy cultivando y dedico  gran parte del día, por lo general en la taza del baño, a mis tres lecturas preferidas “El arte de la mentira política” de Jonathan Swift, “¿Es conveniente engañar al pueblo?” de Condorcet y el “Manual de demagogo” de Raoul Frary”, precisamente de este último, como varios me lo codiciarían, por si se me extravía, poseo dos ejemplares, no se vaya a pensar que uno está poco capacitado.

Y pasó que de improviso, sin siquiera buscarlo, que esta mañana, mientras me estaba afeitando, sentí unas irrefrenables ganas de verme en los carteles como “Pepito Candidato”. 

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