Si
es cierto aquello de que cada crisis es una oportunidad, sin saberlo el país
estaría en una posición única y privilegiada para enfrentar el fenómeno de la
delincuencia y la mal llamada crisis penitenciaria.
Pare
ello se requiere dar una vuelta de tuerca y adaptar a nuestra realidad esa
medida de cobrar 16 euros diarios a los reclusos que, con esa vocación bancaria
tan suya, pretende adoptar el gobierno holandés con el apoyo de liberales y
conservadores. Similar a lo acontecido
en Dinamarca y Alemania, país este último al que suele reverenciar el
derecho procesal y penal chileno.
En
palabras sencillas la crisis penitenciaria se nos presentaría como una mina de
oro porque los más de 43 mil presos que
tenemos en el país significarían para las arcas fiscales algo así como 180 mil
millones de pesos. El sistema se autofinanciaría, el dinero alcanzaría para construir nuevos centros
de reclusión más modernos, confortables, eficaces y sin descuidar la dignidad
humana de los usuarios, todos sabemos que en la industria del consumo es vital
tener satisfecho al cliente no vaya a cambiarse de bando o ciertas ONG,
retrógradas de siempre, nos acusen de violar los derechos humanos.
Ya
no sería problema el sobrepoblamiento carcelario, pero habría que seguir
metiendo gente a las cárceles, ya que como es sabido hay que mantener los
índices económicos por lo que la población no debería bajar de 43 mil reclusos.
Para lograr aquello jugarían un papel fundamental los parlamentarios quienes
transversalmente aprobarían más leyes restrictivas y draconianas. Y para los
detractores, se tirarían unas lucas a rehabilitación, no muchas, porque no vayamos
a comernos la gallina de los huevos de
oro.
La
ventaja comparativa de tener una alta tasa de presos por cantidad de
habitantes, 301 aproximadamente una de las más altas de Latinoamérica, nos
permitiría destinar los excedentes a satisfacer otras necesidades del país.
Seríamos la envidia de nuestros vecinos y estaríamos más cerca del progreso a
la altura de los estándares internacionales de Holanda y Alemania.
La
delincuencia ya no sería la principal preocupación de los ciudadanos
porque comprenderían la importancia de
ella en el desarrollo del país. Y -¡por
fin!- los gobiernos serían evaluados positivamente en las encuestas sobre
cómo han enfrentado el tema.
Nuestra
nueva riqueza sería entonces la de ser
un ejemplar: ¡Estado carcelario! Espero
enviar mi propuesta a los encargados del programa
económico de todos los candidatos a presidente ya que si bien los cálculos económicos no son lo mío, de que
sería negocio redondo quién lo duda o “mejor
que ganarse el loto”, como me dijo alguien por ahí.
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