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¿Profesión, oficio o actividad?

Un tipo me dijo hace tiempo que siempre se va por la vida contando un cuento, incluso cuando postulamos a un trabajo armamos un relato de nosotros mismos.

Si abrimos la página electrónica del Congreso cada diputado tiene una pequeña ficha en la que  se destaca nombre, distrito al que pertenece y profesión.

Causa sorpresa que en tiempos actuales en los que se vela por la igualdad y no discriminación y esté casi prohibido, o de mal gusto, pedir con fotografía el  currículum,  El Congreso Nacional destaque la profesión de cada parlamentario siendo que ello no es requisito para postular a un sillón del hemiciclo, menoscabaría a quienes no la tienen o, por el contrario, ejercen un oficio o actividad.

Entre las profesiones de los diputados hay mayoritariamente abogados, otros son profesores o médicos, solo por nombrar unas cuantas.

Las hay un tanto raras, como egresado de derecho que debe ser algo así  como un abogado sin cartón, suena igual a los que al cursar un post grado suelen adornar el currículum con la siútica frase:“Aspirante o doctor”, que es como un deseo contenido, aspiración interrumpida o, en el peor de los casos, frustrada.

Y otras bien humildes, como la de pescador, que es más un oficio que una profesión. Eso sí como no puede señalarse la actividad ninguno colocó cesante. 

Porque sería más pluralista que se pudiera optar por profesiones, oficios o actividades, ahí entrarían al parlamento brujas, hechiceros y encantadores de serpientes, no faltarían los románticos artistas que manifestarían ser guerrilleros.

Como más de alguno debe ser deportista, se identificarían como arqueros, emulando al senador  Guillier, que al parecer es uno más bien limitado o con manos de mantequilla, porque confesó que le pasaron goles ingenuos.  

No faltarán quienes dirían vendedor, aunque sean de pomadas, porque está comprobado que han hecho un buen negocio. Queda por verse si alguno pondría como oficio el ser político, ello sería positivo, sinceraría y dignificaría el quehacer legislativo porque no es de gente bien educada avergonzarse de lo que uno es.

En mi caso, no es por querer suplantar a los honorables, pero si fuera congresista, como a estas alturas ya no suelo ruborizarme por nada menos lo haría de mí mismo, en lugar de profesión colocaría actividad y, entre estas, la de saltimbanqui, contorsionista, embustero o bufón, hasta payaso si se quiere, pero solo porque todo texto por pequeño que sea causa mayor impacto comunicativo si finaliza en palabra aguda, elegiría, por lejos, la de charlatán.


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