Está en el debate público la
posibilidad de establecer una regla que permita a los reclusos mayores de 75 años cumplir lo que le queda de
pena en su hogar.
Lo anterior no deja de generar
controversia, no solo porque para algunos estaría hecha a la medida de los
senescentes huéspedes de Punta Peuco, que siendo condenados como autores de
delitos de lesa humanidad varios tienen penas pantagruélicas; sino que también
porque habría que tomar en consideración
la edad del condenado al dictar sentencia, ya que si una persona de 65 años es condenada
a 20 años, para evitar confusiones habría que explicitar que 10 años serían
tras las frías y negras rejas de la prisión y el resto tras las coloridas de
casa.
Aunque no faltarían los jueces
que simplificarían las cosas expresando que si la persona a los 75 años edad
sobrevivió el infierno carcelario, por ser tan afortunado lo que le queda por
cumplir lo podrá hacer en su domicilio particular, siempre y cuando le quede
alguno, de lo contrario El Hogar de Cristo sería la alternativa. Pero habría
que convencer al Ministerio de Hacienda,
porque en tal caso el Estado debería entrar a subsidiar la manutención del
interno.
Mientras unos para justificar
la necesidad de esta regla aluden razones humanitarias, otros dicen que se debe
revisar caso a caso, la cuestión es que
los ancianos hasta en la cárcel son un cacho y eso de que a los miembros de la tercera edad hay que integrarlos no es
más que palabrería barata. Lagos, Insulza y la Allende se encuentran un tanto
alarmados, no es que estén o estarán
presos sino que como viene la mano es muy probable que pronto les pidan que
mejor se vayan para la casa
Como la esperanza de vida en nuestro país está
llegando a los 83 años y algunos piden se extienda la vida laboral a los 70
años para el hombre y 65 para la mujer, y si los jueces jubilan a los 75 años, tomando
como base la protección jurídica de los adultos mayores ¿por qué la jubilación presidiaria
no podría ser a esa misma edad?
Parece lo más adecuado,
entonces, que los presos ancianos pasen lo que le queda de pena en casa, en los
tiempos que corren no tendría nada de extraordinario, si en nuestros hogares el
rutinario transcurrir de los días como que lo vivimos encerrados.
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