Tendré genes asiáticos ¿digo yo? y no porque a mí padre le apodaran Chino, sino porque me encanten tanto las cerezas. En una región donde no se cosechen, ello acarrea frustración quedando a expensas del precio que le pongan los comerciantes que la importan del norte.
Pero el año 1986 viví un breve
paraíso, arrendaba una casa en la Población Santa Rosa en Temuco que tenía en el antejardín
un tupido cerezo de las negras y, en el patio, otro del tipo Corazón de paloma. Todas las tardes subía a sus copas a saciar mi sed de cerezas, bajaba con el
estómago hinchado, la boca y ropa manchadas del color rojinegro de sus frutos.
Chile, es hoy día el
principal exportador de cerezas del mundo, cuyo destino preferido es el mercado
asiático, China en especial. “Hoy la cereza es la embajadora de Chile en Asia”,
afirman los productores, hay alrededor de 63 mil hectáreas plantadas de cerezos
y más de 400 mil personas trabajan en tiempo de cosecha.
Los chinos, tanto como yo, aman
las cerezas, es el regalo preferido durante el Año Nuevo Chino, como símbolo de
prosperidad y buena fortuna.
Se bien que la frutería es negocio,
no una institución de caridad, pero no por eso vamos a ir a reclamar al Sernac, sobre
todo si en la zona nos pasó lo mismo con el precio del cordero, los ganaderos privilegian
su exportación a oriente medio y el asado de Pascua y Año Nuevo, nos sale más que caro que si fuera el Vellocino de oro o el mismísimo Cordero de Dios.
¡Qué podemos, entonces, esperar
de las cerezas, Magallanes está lejos de la zona productora!; lo anterior es cierto,
pero no vivimos tan lejos como China, si en el gigante asiático el precio de la
cereza chilena fluctúa entre 10 y 15 mil pesos el kilo, uno esperaría
que acá el kilo estuviera más barato, nunca tanto como en un mall chino.
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