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¿Presos políticos?

    Si acaso alguien dudaba de que hay quienes todavía justifican la violencia tras la crisis de octubre del año pasado, el proyecto de indulto para supuestos "presos políticos" lo dejó en claro.  

¡Qué fácil es decirse preso político hoy en día!, pero, si fuera cierto ¿cómo se entiende que para quien se dice preso político por parte del Estado, sea ese mismo Estado el que ponga a su disposición una institución robusta para que lo defienda? ¿No hay acaso en ello una contradicción? O, sencillamente, no hay presos políticos en el país, como lo acaba de señalar José Miguel Vivanco, director de la División de las Américas de Human Rights Watch y, también, el Defensor Nacional Andrés Mahnke, porque tal categoría comporta persecución por sostener, manifestar y propagar unas ideas; vulneración del Estado de derecho y desigualdad ante la ley. 

La memoria colectiva, que es más frágil que la individual, olvida que durante la dictadura la Vicaría de la Solidaridad, era una institución de la Iglesia Católica con financiamiento europeo, hoy en cambio la Defensoría Penal Pública tiene financiamiento estatal. 

Pero dicho proyecto de indulto contiene en su germen un sesgo discriminador, no obstante ser presentado en los momentos en que se debatía la participación de los pueblos indígenas en la Convención Constituyente.   

Puesto que de ser ley el espíritu del cura Berrios -no del legislador- acerca de que “Lo que se inició el 18 fue un estallido; (…) pero el estallido tenía algo de ético, la gente que salió a las calles algo tenía que decir. Y muchos de quienes estuvieron en la parte violenta, son muchachos a los que el sistema dejó fuera y que no tenían nada que perder, porque no tenían futuro…”. 

¿Por qué no menciona, explícitamente, a los presos políticos mapuches en el wallmapu, en caso que los hubiera, por cierto? Ya que si alguna certeza hoy existe en Chile es que el sistema dejó fuera a los mapuches, hay una deuda social histórica con ellos, tanto que por décadas se discute qué hacer para pagarla. 

A no ser que para los patrocinadores del proyecto, con enarbolar la bandera mapuche en Plaza Italia, pegar una calcomanía en el parabrisas de sus vehículos o con un sticker de logotipo indígena en su perfil de tuiter o WhatsApp, sea más que suficiente


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