La primera facultad que debe poseer un político es la elocuencia, porque se trata de convencer con palabras, no con las armas, por eso los militares suelen ser malos políticos, ya que en el mundo castrense, más que convencer, se quiere generar obediencia, hay, por cierto, excepciones, militares que fueron muy elocuentes como Pericles, Perón y, de manera más reciente, el comandante Hugo Chávez.
Un claro ejemplo de político elocuente
es Abraham Lincoln, en su discurso de Gettysburg uso sólo 272
palabras, mientras que para los grandilocuentes están los de Fidel Castro, que
duraban horas, el más extenso siete horas y cuarto fue el año 1998 en el Parlamento
cubano, pero los hubo al aire libre, ya sea a pleno sol sofocante o bajo
tormenta tropical, los cubanos estaban obligados a ponerle atención o poner
caras como que escuchaban y prodigar aplausos a cada uno de los miles de
argumentos de materialismo histórico y dialéctico que, como si estuviera en
trance, brotaban a borbotones de la boca de Castro.
Como el don de la elocuencia es
personal, en ocasiones las instituciones contratan artistas, escritores o
publicistas para transmitir un mensaje, hace poco ocurrió con la Defensoría de
la Niñez, quiso generar adhesión para los derechos de los infantes y contrató a
un cantante para que les compusiera una canción, el caso es que no resultó, el
tema musical estaba más para canción de protesta social que himno
institucional.
Pero la elocuencia también se expresa
de manera escrita, hay textos extensos y duros como ladrillos y otros cortos
como frases para el bronce o geniales ocurrencias.
Los norteamericanos descubrieron que
durante una exposición después de 15 minutos se pierde la atención del
espectador, con el fin de evitar aquello crearon el power point para, con ayuda
de una cuantas diapositivas, mantener al menos hasta los 20 minutos presa la
mente del oyente, que no desvié la mirada ni le empiece a
molestar el asiento y, con el fin de democratizar la elocuencia, que no sea
privativa de unos pocos, sino al alcance del ciudadano común, que tiene también
derecho a impresionar, creó Twitter para que, en un máximo de 140 caracteres,
cualquier tontería se confunda con elocuencia.
En mi paso por la academia cierta
profesora solía pesar con las palmas de sus manos los informes escritos de
sus estudiantes, sin siquiera leído el título, solo tanteando, a mayor
gramaje exclamaba: “este trabajo se ve bueno ¡ah!”, al escuchar aquello, ¡pobre
de mí! pensaba ¡ay! de lo que me esperaba, porque no era yo de los que con el
fin de abultar el trabajo e ir por el siete seguro, me quemaría las pestañas
transcribiendo a máquina capítulos enteros de libros de investigación social de
manera literal sin olvidar una coma, más aun si bien poco sabía teclear, no
existía el computador, menos el Word o copy page, a lo más un tubito de tippex con tinta
correctora.
Entregué el trabajo manuscrito, eso sí
con letra imprenta mayúscula gigante - no era yo un chico de cuarto básico- con
el título, la introducción, el desarrollo, la conclusión y bibliografía
incluida sumaban 10 hojas de papel roneo, a mí modo de ver
demasiadas, por supuesto, reprobé, me pregunto si influyó en mi
fracaso estudiantil, más que la flojera, el tener poca labia.
Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
ResponderEliminarAplica para usted, amigo
Hay que simplidicar lo justo...pero no mas alla.
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