Como bien señala Carlos Peña “no parece que los chilenos estén anhelantes de cambiar la forma de vivir, ni esperan sustituir el mundo de los últimos 30 años por uno con más sobriedad y sosiego”, porque acá en Punta Arenas, al igual que sucede en el resto del país, se replica lo que Peña llama "voracidad por comprar".
Si
antes eran los argentinos que llenaban y vaciaban las tiendas del retail, ya
sea del mall o zona franca hoy, con esto de la cuarentena y el peso
argentino por el suelo, son puros chilenos que hacen largas colas, inundan las
tiendas y se llevan todo, peor que saqueo post terremoto u estallido social, si
poco falta para que se compren hasta los carteles de La Polar, Ripley o
Falabella.
Pero, sucede, que este año no solo trajo la peste, sino que
también con la cuarentena se masificó el emprendedor ambulante on line. Todos
conocen alguien que inventó un negocio informal, con el encierro a niños,
jóvenes, adultos y ancianos, les nació una vocación por comercializar, ya no
hay que ir a comprar al persa porque llevan el producto a casa.
Si
hasta hace poco se pensaba que en Chile había muy pocos emprendedores, hoy
nadie puede negar ¡pucha! qué le ponen empeño.
Esa figura – la del emprendedor- en algunos casos obligado por la
cesantía que dejó la pandemia, será lo que de seguro distinguirá nuestro
paisaje humano en
el futuro y, puede ser, que como miles están aprendiendo a negociar y vender lo
que sea -no a la madre, por supuesto, en caso que aún la tuvieran, ni el alma
al diablo, porque a varios el demonio nos la tiene ganada gratis- surgirán no
los nuevo Luksic, sino los criollos Jeff Bezos, lo cual refleja, aunque a varios duela, que estamos hoy cada vez más cerca, y a gusto, con el modelo
neoliberal yanqui, que de uno socialista tipo Venezuela.
La pura verdad
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